jueves, 27 de septiembre de 2012

Misterio - Nicolás Jarque


—¡Cuento hasta diez y la lanzamos! —es lo que dije cuando propulsamos a mi rana con aquel cohete casero que fabricamos. No la volvimos a ver. De aquello hace veinte años, y hoy ha vuelto a mi memoria cuando he leído en el periódico que la NASA ha encontrado restos de un anfibio en Marte. ¿Será Gustavo?


Nicolás Jarque

lunes, 24 de septiembre de 2012

Fábula charcañola IV - Enmascarado


Charcaña pedía un mesías, que sirviera de guía y salvación, que pusiera fin a la invasión.

De entre todas las ranas del lugar se buscaba a la que a la postre serviría para defender la charca de malos inversores y banqueros, que metidos a magnates, con nuestras moscas ahorradas, sin escrúpulos jugaban a ganar.

Al grito de “sin moscas ni bichitos, nos quedaremos bien sequitos”, y de “Mariano…ramón, trabaja de pulgón”, ranas, babosas y lombrices estallaban en cólera. El  sonido de la charca comenzaba a tomar decibelios, parecía que a nadie importaba y que con todo controlado, sin unidad, no habría problema ni motivo para alarmar.

Gusalgarín, Mankia, todos habían sido instruidos en las más especializadas fábricas de embutidos. 
Se buscaba a un tal Neo, al cual como tarjeta de presentación, desde Charcatrix había sido llamado a ser el elegido.

En su cometido, quedaba el control de los paraísos moscales, lugar donde todas las moscas iban a parar engordando, mientras, por aquí por todos lados nos las iban dando. 

Consignas de cambios, ya que la mayor parte de las moscas, de la charca desaparecían, los banqueros, apretaban y desahuciaban, sabiendo que era su única forma de ganar. Habían invertido mucho, dando para después quitar.

Mariano hablaba poco, había aprendido a la ropa guardar. Sin embargo quedaba claro quién evadía las moscas, en la búsqueda de altos intereses que vieran sus moscas multiplicar, y sin fisco que controlar. Generando riesgo en Charcaña y en Las Volhamas viéndolo multiplicar.

“Mariano, hermano” era el mantra de los que sus espaldas debían guardar.

“Mariano, está en tu mano” era el del resto que veían el esfuerzo siempre en el mismo lugar.

Llegaba el 15M, fecha en que todo volvería a reventar.


MORALEJA: si quieres ver tus moscas crecer, no las enseñes ni las pierdas de vista, o llegará Mariano  para llevárselas a los bancos vestido de turista.


Enmascarado
Enmascarado por amor al arte

jueves, 20 de septiembre de 2012

La rana y el sapo - Ayora63


En una charca pantanosa y olvidada se encontraron por casualidad un día una rana y un sapo. Lo que podría haber sido amor a primera vista en un mundo tan solitario, solo fue una pelea de dos que se quieren bien poco y se tiran a la cabeza los trastos.
,-¡Ozú, que feo eres!-La rana le dijo al sapo
El sapo herido le escupió en la cara,
- ¡Maldita rana! ¿Es que no sabes que soy un príncipe?, Le dijo altanero y presumido.
-Si,  el príncipe de los sapos guarros-, le contesto muy abochornada la rana, quitándose de la cara el escupitajo.
-Si me das un beso lo comprobarás-le sugirió el insigne sapo.
-¡Si, si! Comprobaré el asco que me das-, burlona le contestaba la rana.
-Eres una cobarde, lo que ocurre es que temes descubrir que soy un príncipe de verdad-insistía con astucia provocando el sapo.
La rana incrédula y herida decidió dar el beso al engreído sapo y así resolver el gazapo. Cerro sus ojos para evitar el asco y solicita se resigno a besarlo. ¡Milagro! Tras el beso un atractivo príncipe apareció.
-Ahora resuelto el entuerto, me voy presto a buscar mi hermosa dama, que no sabe de mi vida de sapo, así que aquí te quedas horrible rana- Orgulloso remato la faena el altivo sapo-príncipe, dejando   a la rana con tres palmos de narices.
Moraleja: Nada es lo que se ve y parece, la rana es una pija que lo perdió todo por una rendija y el sapo no es un príncipe, que es un mendigo  desagradecido.
Ayora63

lunes, 17 de septiembre de 2012

Minutos de encantamiento - Ana Crespo Tudela y Beatriz Abel



Guau! Esas caderas me tienen loco. El vaiven de la seda de su falda me transporta por el arcoiris del deseo que nace entre mis piernas y trepa raudo por mi piel, destellando en mis pupilas para eclosionar en mi cerebro. Derecha izquierda, derecha izquierda, mis brazos la dirigen de delante atrás, de atrás adelante para que nuestras caderas converjan en el eje de nuestros cuerpos. El bamboleo de sus pechos y su melena marca el ritmo de esta pasión con acordes de Bossa. Sus labios entreabiertos son el imán perfecto para que mi boca juegue con su cuello, buscando la dulzura de su lengua. Solo quiero mantener su cintura entre mis manos para dar una pausa a tanto balanceo y que, por fin, nuestras miradas se encuentren y así perderme unos instantes en el azabache de sus iris. Cuando la orquesta acabe de tocar esta canción lo mejor será que nos demos la vuelta y guardemos este recuerdo anónimo para las noches del invierno que se avecina. Si alguno de los dos pronunciara una sola palabra, el hechizo se rompería y uno de los dos se convertiría en sapo.


Texto: Ana Crespo Tudela, A cuatro letras
Ilustración: Beatriz Abel, Chancharenga

jueves, 13 de septiembre de 2012

Homenaje a Emily Dickinson - Beatriz Alonso



Para tener un día feliz hace falta
perder la cuenta, regar las plantas,
cambiar el paso, besar un sapo.
Y si no tienes agua
te basta un cántaro.   

Beatriz Alonso
Cartas sin sellos

lunes, 10 de septiembre de 2012

Rasgos de familia - Esperanza Temprano

El entusiasmado padre aplastaba sus narices contra el cristal del nido buscando a su retoño entre las cunas que se arremolinaban ante sus ojos.

-Dicen que los recién nacidos tienen todos la misma cara, pero los genes de mi familia son inconfundibles, seguro que en cuanto la vea sabré que es la mía – reflexionaba confiado mientras exploraba detenidamentecada una de las cunitas.

-Ésta tiene mucho pelo, en mi familia todos nacemos calvos…éstaparece oriental…ésta es muy morena… ¿ésta? parece una rana.

-¿Una rana?-  preguntó espantadocuando la enfermera le señaló la cuna donde dormía plácidamente el batracio.

- Marieta, te mato, ahora caigo, tantos baños en la charca ala luz de la luna… me has salido rana – se lamentaba intentando calmar su respiración.

- No puede negar que es suya, tiene sus ojos – dijo la enfermera.

 Fueron sus  últimas palabras.

www.arteconceramica.com
Esperanza Temprano

jueves, 6 de septiembre de 2012

Sapos y princesas (VIII) - Pedro Herrero

Como era de esperar, preguntado por la impresión que causaba saber que el nuevo príncipe consorte procedía de los pantanos, el pueblo reaccionó con un abanico de consideraciones, que iban desde el júbilo espontáneo hasta la más completa indiferencia.


Pedro Herrero
Humor mío

lunes, 3 de septiembre de 2012

Príncipes y sapos - David Moreno




Al príncipe azul que viste un jubón tejido de oro, un coleto bien ceñido a la cintura, un calzón verde oscuro y adornado con oro, valona de encaje, botas de ante, una capa morada y un sombrero negro con una pluma verde, le ha llegado la hora de elegir princesa.
Conocedor de la leyenda, sabe que no la encontrara tan fácilmente en castillos ni palacios, ni siquiera entre plebeyas. Sí, en forma de sapo a quien deberá dar un beso para que se produzca la ansiada transformación.
Y justamente hoy, cuando el cielo se ha coloreado de un naranja especial al amanecer, siente que será el día y, sin dudarlo, sale a pasear con su caballo siguiendo el curso del río.
En medio de la frondosidad del bosque, se para a descansar sentándose en una roca próxima a la orilla. El silencio sólo se rompe fugazmente al pasar alguna bandada de pájaros. Después, de nuevo silencio y tranquilidad. Hasta que de repente, atraído por un sapo que croa y le mira como nunca antes lo había hecho ningún sapo, le da un vuelco el corazón.
Excitado, el príncipe se aproxima hasta él, se coloca de rodillas, contiene por amor unas arcadas provocadas por semejante bicho baboso y se dispone con los ojos cerrados, a darle un beso con la esperanza de que al abrirlos, éste se convierta en la bella dama de cabellos de oro. Pero cuando está a punto de rozar sus labios, oye croar desde la otra orilla a otro mágico sapo que también le mira. Y a unos metros, otro más, y otro a la derecha… Son decenas de ellos, croando y reclamando su atención.
Desconcertado, el príncipe no sabe qué hacer, no sabe por cuál decidirse. Ignora cuál es el verdadero y teme, ahora, equivocarse

David Moreno