Era muy bajito para jugar a baloncesto, sin embargo él siempre estaba a la altura de las circunstancias. En la cancha se sentía muy importante, pero cuando la abandonaba volvía a ser Jorge el Sapo, aquel bicho raro de enormes ojos saltones. Un día, al finalizar el partido, una chica de su clase se acercó para felicitarle por su gran actuación. Jorge no imaginaba que iba a recibir su primer beso. Cuando sus labios se unieron pasó algo extraordinario: quedó tan boquiabierto que se tragó dos mariposas que revoloteaban a su alrededor. El hechizo no se rompió. El sapo seguía siendo el sapo, mas un sapo enamorado.
Francesc Barberá
5 comentarios:
muy bueno!
saludos
Francesc, gracias por traer una cancha de baloncesto a la charca y por dejar que las ranas sigan siendo ranas
croak, croak
Nada mejor que el salto de un sapo para el baloncesto... ;)
¡Me encanta!
Un saludo.
Muchas gracias a Omar, Reina, Sara Lew, y sobre todo Puck! Un Abrazo.
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