Mientras papá croa a la noche, mamá termina de preparar la libélula para la cena. Mis hermanos pequeños agitan sus colas de renacuajo al verme y me emociona comprobar cómo han crecido desde que pude escabullirme la última vez.
Mamá me sirve una de las patas más crujientes y me mira con orgullo para que bendiga la mesa. En cuanto termino, me vuelven loco con mil preguntas sobre el reino e imaginan montones de heroicidades principescas. Asiento a casi todo por absurdo que sea y veo cómo se mueren de envidia, mientras yo, el único que logró transformarse en diez generaciones, sólo pienso en volver a croarle a la noche desde mi charca.
Rocío Romero
Contando las horas
7 comentarios:
Qué bonita se ve la familia de ranitas en la imagen :-) Gracias guapa, muacs!
Qué chulo!!!! Además me ha servido de inspiración para un micro de ranitas que tenía atascado ¡bien!
Besazos a las chicas!!!
Qué historia de ranas más guay, me suena un poco a la mía, que aunque nunca me convertí, pero si iba y venía.
Saludos a ambas.
Si es que las ranas no quieren ser princesas, con lo agustito que se está en la charca croando a la luna.
Me ha encantado Rocio.
Besazos desde el aire
Muy original...!! :)
Siempre queremos lo que no tenemos.... :(
Me ha encantado Rocío, este cuento se lo tienes que contar a tus niños.
Besos,
Ana
Rocío, me encanta tenerte en la charca :-)
Gracias a todos por chapotear conmigo
croak, croak
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