lunes, 9 de julio de 2012

Del Sapo - Leire Brenan y Juanlu


   Querido Leo:

            Sabes que no me gusta hablar de trabajo, al menos hasta que encuentre uno tan interesante del que no pueda para de contar cosas, espía doble o algo así… Pero lo que te narro hoy si bien ocurrió en mi jornada laboral, no trata estrictamente sobre ella.

            Buscaba a Wally, la araña escurridiza a la que un día quito la tela y al siguiente me ha montado una tienda de campaña, cuando oí un grito pidiendo auxilio. Dos habitaciones más allá, encontré a mi compañera asustada y señalando el cajón entreabierto de la mesilla. Había dentro un sapo enorme, marrón, feo y fatigado. Respiraba con dificultad y farfullaba algo que no conseguí entender.

- ¡Puag! ¿Qué hacemos? ¿Lo aplastamos?
- Calla, calla… Sólo faltaba que encima tuviéramos que limpiar, además de la porquería habitual, las tripas pegajosas del sapo.- le respondí.

(Ante lo desconocido la gente suele optar por machacar, triturar, chafar al contrario. Siempre y cuando sea de tamaño inferior a ellos.)

- Lo llevaré al estanque, así quedareis tranquilos los dos.- le dije mientras tomaba entre mis manos el anfibio y ella con gesto de asco desviaba la mirada.

            Ya en el exterior el sapo pareció relajarse, aunque continuaba luchando por decir algo. Lo acerqué al oído y así supe de su historia. Unos adolescentes lo habían asaltado y encerrado en aquel pequeño cajón oscuro. La luz que anunciaba libertad llegó en forma de bella doncella, princesa sin duda por su porte, aseguró el sapo. Intentó explicar a la dama que con un beso se convertiría en el príncipe que siempre soñó, azul y con escopeta para que no faltaran las perdices. Sin embargo ella no hizo más que gritar y saltar a cada sonido que salía de su buche pardo. «Menos mal -le dije- que no le hablaste como a mí de cerca o te hubiera pisoteado sin piedad a causa de tanto escupir entre palabras…».
            Yo no era su tipo y le parecí plebeya, mas habiendo recibido calabazas y sin otra alternativa, me pidió un beso. Eso sí… sin poder asegurarme el “vivieron felices” por aquello de la diferencia de clases. Bien sabes, Leo, que ya disfruto –y en ocasiones cargo- con príncipe y medio, así que lanzándolo al agua le contesté que se buscase una rana.

            No he vuelto a ver a ese bicho húmedo y mi compañera diría que ha desarrollado una fobia a las mesillas de noche. He llegado a un acuerdo con ella, yo limpio esas mesas a las que le es imposible acercarse y, a cambio, hace desaparecer las telas de araña para que no me sienta responsable de los desahucios.

            Besos esquimales.

Texto: Leire Brenan de Cartas para Leo 
Ilustración: Juanlu de Dibujando sueños

1 comentario:

Puck dijo...

Leire, un placer tener en la carta esta carta para Leo y, como siempre, es genial ver a Juanlu chapotear por aquí. Esta ya es su casa :-)
croak, croak