La princesa pasa a la consulta del psicólogo, se sienta en el diván y empieza a enumerar sus penas: «Soy la princesa más desgraciada del reino, me miro al espejo y me dice que hasta la madrastra es más fea que yo, mi suegra coloca guisantes bajo mi colchón todas las noches, solo los cuervos se acercan a mi ventana, ni las ranas quieren besarme, ... »
Las ranas sentadas al otro lado de la charca ríen a carcajadas y palmean con sus ancas sobre las flores de nenúfar, salpicando a la monologuista vestida de tul rosa.
Ana Vidal
Relatos de andar por casa