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jueves, 16 de mayo de 2013

El estanque indignado - Purificación Menaya



La rana, desde su hoja de nenúfar, contempla su rostro reflejado en la charca.
—Espejito, espejito mágico, ¿quién es el batracio más indignado del reino? ¿Es Mauricia, que la desahuciaron de sus verdes juncos y pide desesperada algo de comer para sus hambrientos renacuajos en el fango de la beneficiencia? ¿Es la joven Martina, que no encuentra trabajo ni de limpia-ancas y ha decidido emigrar a la gran charca allende los mares? ¿Es Clarita, la médico que sueña con recetar esos carísimos fármacos mejorados que no están permitidos por la ministra de sanidad? ¿Es...

El estanque agita sus aguas, su superficie tiembla en ondas concéntricas, aquieta poco a poco la turbulencia y tras un silencio de cristal responde:
—Ah, mi adorada ranita, mi ama desde el principio de los tiempos, el mayor indignado soy yo, que os veo reflejados a todos, cada cual con su sufrimiento a cuestas; y sobre todo veo a los que, como tú, os apoltronáis cada noche frente a mí en vuestros sofás, comiendo mosquitas, para contemplar el triste reflejo de esta charca venida a menos, sin atreveros a mojar un anca por miedo a perder el cómodo nenúfar donde se asientan vuestras posaderas.

Purificación Menaya

lunes, 24 de diciembre de 2012

Postal navideña en la charca - Puri y Pedro Menaya, Juanlu


—A ver, a ver, ese rey un poco más a la derecha, que si no, no sale en la foto... ¿Y el niño? ¿Dónde se ha metido el niño?
—Cazando moscas, el chiquitín, que se aburría.
—Así no vamos a terminar nunca —clama la rana fotógrafa, con impaciencia—. No hay manera de completar este belén. Y también nos falta un rey...
—Martín, pero es que anda con el reuma. Con la humedad de esta charca...
—Pues tendremos que conseguir a otro; a ver, ¿quién quiere hacer de Rey Gaspar? —pregunta la fotógrafa entre los mirones.
—Llamad a Miguelín, ese que se cree que es un príncipe...
Miguelín llega buceando veloz como un submarino a reacción, feliz de pertenecer por fin a una familia real aunque solo sea para la foto de navidad.
De un ágil salto se coloca detrás de la rana disfrazada de Melchor.
—¿Y aquí no hay ninguna princesa que dé besos? —le pregunta.
—Esto es el portal de Belén, no una película de Disney —le espeta Melchor, mascullando enfadado entre la barba postiza.
—Sonreíd, decid pa-ta-ta..., ¡bien!
Un fogonazo les hace cerrar los ojos y la postal de navidad ya está preparada. El correo electrónico con la felicitación adjunta llega a todos los habitantes de la charca: todos saben de quién es esa bota gigante que está detrás de Gaspar. La única que no está contenta con el resultado es la fotógrafa. Los demás, por fin, se han librado de la murga de Miguelín. Y él…, suponen que será feliz y comerá perdiz.



Texto: Purificación Menaya, La bruja de chocolate
Postal: Pedro, el hijo de Puri
Dibujos: Juanlu, Ilustraciones para un loco

¡¡¡¡¡¡¡¡¡ FELIZ RANIDAD !!!!!


jueves, 1 de noviembre de 2012

Me gustan las ranas - Purificación Menaya





De niña siempre quise tener una rana. En nuestras excursiones familiares al río Gállego, cuando me acercaba a la orilla, los resbaladizos batracios saltaban a cada paso, y desaparecían en el agua. Nunca iba preparada para la caza: ni red, ni nada, con las manitas intentaba atraparlas, sin éxito ninguno. Mi padre me decía que había que ir por la noche y engañarlas con una linterna. Acudían a la luz y con una red, eran tuyas. Pero nunca fui con él a cazar ranas de noche. Cuando tenía doce años mi padre hizo un viaje al extranjero y me trajo de regalo una rana de juguete. ¡Una enorme rana de Fisher Price, a los doce años! “La vi en el aeropuerto y como te gustan tanto las ranas... pensé que te gustaría”, dijo mientras yo miraba con desprecio aquel juguete de bebé, que se burlaba de mí con su boca enorme. Los padres, no entienden nada de nada. Yo quería una rana de verdad y allí estaba él con ese plástico verde que croaba y saltaba al apretar la perilla. A partir de entonces, supe que hay que dejar muy claros nuestros deseos, y aún así, siempre pueden ser malinterpretados.
En la adolescencia, aquella rana tampoco tenía mucho futuro, si la hubiera besado, lo mejor que habría salido de ella habría sido un príncipe de plasticucho, un Ken o similar, ¿no? Y como la Barbie y su familia siempre me daban arcadas, mejor ni probarlo. Luego creí que besaba príncipes, que inevitablemente se convirtieron en sapos, y al final sigo pensando que las mejores ranas donde mejor están es en la charca. Bueno, también hay una que me acompaña en el sofá las tardes de domingo, mientras nuestras ranitas juegan en la alfombra con una gran Fisher Price que también les ha regalado su abuelo.

Purificación Menaya 

jueves, 23 de agosto de 2012

La charca de las ranas - Purificación Menaya




-Hola ranita, qué charca tan bonita, dime, ¿dónde estoy?
-Estos son los jardines de Puck.
-¿Quién es Puck?
-Puck no es un duende, aunque se ríe como los duendes, es traviesa como ellos y hace desaparecer nuestras tristezas. Ella es una princesa rana que le gusta invitar a sus amigos a sus jardines.
-Hay mucha paz aquí dentro, parece como si el tiempo se detuviera.
-La ranita Puck es experta en parar el tiempo.
-Y además oigo muchas voces, que me traen leyendas y canciones de un tal Sabina.
-Es un coro de ranas cantoras que nos croan cuentos de todos los colores y sabores.
-Oye, ranita, yo no me quiero ir de este jardín.
-Pues quédate preciosa, solo te pedimos que te animes a contarnos tú también un cuento.

Purificación Menaya


jueves, 13 de octubre de 2011

Papá rana - Puri y Juanlu

Dibujo de Juanlu



A papá, mamá lo convirtió en rana
casi nada más conocerle.
No fue un castigo, no.
A mamá le gustaban las ranas,
pero todas se le escapaban.

Cuando vio a papá
pensó que aquel hombre
sería una rana perfecta.

Si una bruja quiere una rana de compañía,
no le sirve cualquier hombre.
Tiene que ser cariñoso,
que sepa jugar y bailar,
que sea listo, muy listo
para poder conversar,
que le guste la montaña y el mar,
y la noche con sus estrellas.

Papá era todo eso
y mucho más.
(Bueno, bailar no bailaba muy bien,
pero al menos, nunca le pisó un pie…).

Mamá, con sus palabras mágicas,
en rana lo convirtió.
Era rana algunos ratos
para saltar y nadar.

La rana saltaba y saltaba
alrededor de mamá.
y le hacía cosquillas
y reír sin parar.

A papá le gusta ser rana
porque nada un poco mal,
y solo convertido en rana
puede el río cruzar.

También papá hechizó a mamá.
Sin sortilegios, ni filtros de amor,
solo con sus propias palabras
y su manera de mirar.
Salto tras salto
le dio ternura y amor.

Papá nunca fue mago
ni nunca lo será,
pero su amor hizo magia
en el corazón de mamá.

Texto: Purificación Menaya - El rincón de la bruja de chocolate
Ilustración: Juanlu - Dibujos