
El león despierta,
su pelo se encresta.
¡Todos alerta!
Fin de la siesta.
Canto de entrañas.
Toca cenar.
Ni las musarañas
se van a librar.
El rey en su torre
luce el colmillo.
¡Corre, corre!
¿A que te pillo?
¡Salva el pellejo,
hay que escapar!,
grita un conejo
¿a un calamar?
-Estoy asquerosa…-
avisa la hormiga.
-Hm, qué sabrosa.
¡A la barriga!
-Estoy asqueroso…-
avisa el mosquito.
-¡Qué delicioso!
Pica un poquito.
Rica gacela,
dulce chorlito,
ave que vuela…
y un pollo frito.
Tripa sin fin,
tripa sin fondo.
¡Hasta un delfín
mondo y lirondo!
-Nadie come
como yo como.
El que se asome
pierde su lomo.
Advierte enseguida
un duende burlón:
-Serás la comida
del sapo glotón.
¡Rugidos, fiereza!
El duende se mea.
-¡Con la realeza
nadie bromea!
Pero es curioso
este monarca,
presuntuoso,
llega a la charca.
Lanza un rugido,
hace un alarde.
-¿Te has escondido,
sapo cobarde?
Alguien se acerca
va muy despacio.
Desde la alberca
asoma un batracio.
El león, confiado,
se ríe del sapo:
-¿Qué te has pensado?
¿Yo, un gusarapo?
-¿Vas a escupirme,
pequeño anuro…?
¡Ay, quiero irme!
¡Todo está oscuro!
¿Lo adivinaste?
Di, ¿qué ocurrió?:
Que el sapo pillastre
al león se zampó.
Ya está leído
el cuento molón
del león engreído
y el sapo glotón.
¡Chim…
…pón!
Texto de Fernando Rubio Pérez - La guarida del cuentista
Ilustración de Aurora Rúa - Maldelcap