Sapos y princesas (VIII) - Pedro Herrero

Como era de esperar, preguntado por la impresión que causaba saber que el nuevo príncipe consorte procedía de los pantanos, el pueblo reaccionó con un abanico de consideraciones, que iban desde el júbilo espontáneo hasta la más completa indiferencia.

Pedro Herrero
Humor mío

Sapos y princesas (VI) - Pedro Herrero

Teniendo en cuenta la gran cantidad de princesas que pasean a un batracio por la calle, habrá que pensar que -aunque a veces el hechizo no funciona- el amor acaba surgiendo después de todo.

Pedro Herrero 

Humor mío

Sapos y princesas (V) - Pedro Herrero

La princesa sostuvo al sapo entre sus manos para darle un beso. Después de aquello, el príncipe no se cansó de exigir siempre la misma postura.

Pedro Herrero 

Humor mío 

Sapos y princesas (IV) - Pedro Herrero

A saber si la princesa besó a un sapo por error, cuando en realidad buscaba a otra rana.

Pedro Herrero 

Humor mío

Sapos y princesas (III) - Pedro Herrero

En la versión original de la historia, la princesa estrella la rana contra la pared del dormitorio. Hasta un niño sabe que ese gesto define -mucho mejor que un beso- el temperamento regio.

Pedro Herrero

Humor mío 

Sapos y princesas (II) - Pedro Herrero

Cada vez que una princesa convierte a un sapo en príncipe, una rana enamorada debe buscar consuelo en las prácticas onanistas.

Pedro Herrero

Humor mío 

Sapos y princesas (I) - Pedro Herrero

En un gesto muy femenino, la princesa besó al sapo para que éste cambiara su manera de ser.

Pedro Herrero

Humor mío