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jueves, 5 de diciembre de 2013

Milagrito - Nicolás Jarque


Quería una ranita como la que tenía la prima Berta en su estanque y se la pedí  una y mil veces a mamá, a papá, a mi madrina, a los Reyes Magos. No puede ser, me decían. Que en nuestro piso no cabía, se excusaban. Dormiría conmigo y la abrazaría bien fuerte, les contestaba.  Por eso cuando mamá regresó del hospital con Gustavito, fui feliz a pesar del llanto continuo por los rincones de mamá. Sin duda, el bebé verde que descansaba en su cunita era el regalo del Niño Jesús por haberle rezado todas las noches.

Nicolás Jarque 

jueves, 27 de septiembre de 2012

Misterio - Nicolás Jarque


—¡Cuento hasta diez y la lanzamos! —es lo que dije cuando propulsamos a mi rana con aquel cohete casero que fabricamos. No la volvimos a ver. De aquello hace veinte años, y hoy ha vuelto a mi memoria cuando he leído en el periódico que la NASA ha encontrado restos de un anfibio en Marte. ¿Será Gustavo?


Nicolás Jarque

jueves, 19 de julio de 2012

En la charca de la fertilidad - Nicolás Jarque


Hace muchos años que se hizo el silencio en la sala de espera cuando el doctor apareció, y con voz tenue, comunicó al viejo monarca que su última esperanza salió rana. Desde entonces, en el reino se organizan caravanas de princesas para besar al heredero y convertirlo en un apuesto hombre. Pero, por suerte, aún ninguna ha podido romper el hechizo y bajo la luna, en este rincón húmedo, el príncipe rana nos regala su fecundación a todo batracio hembra que lo desee.  

Nicolás Jarque

lunes, 2 de abril de 2012

Homenaje taurino - Nicolás Jarque


En el albero de la calle Játiva aún se recuerda aquel torero que huyendo del astado se convirtió en rana y saltó la barrera, de tal forma, que se perdió entre la multitud. Años más tarde, “El Cordobés” lo imitaba sin tanta gracia.  



Nicolás Jarque

jueves, 16 de febrero de 2012

Los hechizos - Nicolás Jarque


Sir Gustaf envejece cada día a mayor ritmo. Ya no es capaz de subir de un salto a su caballo, ni sale al patio cada vez que llueve, tampoco acude al estanque como antes, ni canta las noches de luna llena, y según se rumorea, se ha olvidado del día en que llegó de no se sabe donde al castillo del brazo de su esposa. A mí, que no me dejan hablar, siempre me extrañó su afán por encontrar a una rana en la charca de la villa y no cesó en su búsqueda hasta que la encontró. Nunca se separa de ella y en más de una ocasión, le he visto dedicarle palabras de amor. Su esposa, que aún sigue joven y hermosa, conoce mis inquietudes y me manda callar. Yo que no soy bruja, sospecho que algún secreto esconden. Mientras, seguiré con mi joroba cazando moscas como me ordenaron.


Nicolás Jarque