De noche, cuando las ranas se retiran a la orilla para intercambiar anécdotas y mentir sobre el tamaño de las libélulas capturadas, alguna termina sacando siempre la leyenda del escorpión, y las demás asienten convencidas, porque a ellas no les pasará jamás, porque son más listas, porque tienen buena memoria y porque saben de sobra que los escorpiones son los padres.