jueves, 27 de junio de 2013

El aliento de Palacio - Erika


Por más armadura y caballo que tuviera, el príncipe nunca logró quitarse el aliento a sapo de la boca.

Erika
La rueca de Aurora 

jueves, 20 de junio de 2013

Cantarranas - Pablo Garcinuño




La rana Blasa cantaba nanas para las blancas ratas. Acabada la cantata, ambas ancas saltaban charcas para alcanzar la casa-barca. ¡A la cama! Zampaba tarta hasta acabarla (la nata manchaba las sábanas), sacaba las patas largas… ¡acababa tan cansada! Babas, babas, más babas. ¡Hasta mañana, rana!

Pablo Garcinuño

jueves, 13 de junio de 2013

Jamás comieron perdices - Luz Leira Rivas


Al solaz de la acogedora sombra del fresno, reposa con su amado junto a las cristalinas aguas. A este locus amoenus concurre el sol, que refulge como recién pulido, una mansa colina, alguna libélula espontánea, y las nubes no enturbian ni la apacibilidad de la tarde ni los ojos de su galán, que reposan en los suyos amorosos y entregados.
Entonces la puerta del castillo se abre. De su interior cruza el foso una adolescente flaca y de tez pálida, ataviada con un vestido rosa chicle y una ostentosa diadema sobre sus amarillos tirabuzones. Calza bailarinas y anda ligera, a saltitos, decapitando flores. Se acerca a ellos, que traspuestos en éxtasis de amor, o quizás sorprendidos por su intromisión irreverente, no logran reaccionar a su presencia. Los mira.
A partir de aquí, los acontecimientos se precipitan. La soleada tarde, que recordará el lector memorioso se iniciaba con una bellísima estampa de ella y su amante, finaliza abrupta y trágica como esta frase. La muchachita rubia alza a su adorado batracio en la palma de su mano, lo besuquea contra natura, y así, así, así, ante la pobre ranita que croa impotente, convierte a su príncipe sapo en un repugnante humano.


Luz Leira Rivas
Supón que es una calandria

jueves, 6 de junio de 2013

La misma piedra - Jesús Fabregat


De noche, cuando las ranas se retiran a la orilla para intercambiar anécdotas y mentir sobre el tamaño de las libélulas capturadas, alguna termina sacando siempre la leyenda del escorpión, y las demás asienten convencidas, porque a ellas no les pasará jamás, porque son más listas, porque tienen buena memoria y porque saben de sobra que los escorpiones son los padres.

Jesús Fabregat
Lo bueno, si breve