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jueves, 14 de noviembre de 2013

Del pez que vendió un peine a una rana - Leire Brenan y Juanlu

Querido Leo:

                Atento a los mercaderes sin escrúpulos, los hay incluso más allá de nuestra especie.

                Junto al estanque, estaba sentada a la sombra de una higuera que tuvo a bien regalarme la merienda. Lo cierto es que no me gustan mucho los higos pero no me resisto a engullir su belleza, ¿viste qué preciosidad se esconde bajo la piel?

                En una piedra, a tres palmos de la orilla, una rana verde, pequeña y brillante croaba mientras sonreía a su reflejo en el agua. La imagen se quebró al sobresalir en ese punto la cabeza menuda de un pez naranja, regordete y bizco.

- Buenas tardes, linda ranita. Veo que tienes casi todo lo que cualquiera querría: hermosura, juventud, buen porte y un timbre de voz dulce cual pastel.

- Gracias. Pero dijiste “casi”, ¿qué me falta?

- Yo, con mi larga trayectoria profesional soy capaz de detectar cualquier necesidad y satisfacerla. Tú solo precisas de un peine para tenerlo todo.

                La rana se carcajeó con tanta fuerza que su papada rebotó varias veces contra la roca.




- Si no tengo un solo pelo, ¿para qué necesito un peine? Te falla la vista, la propia torcida y la profesional, pez naranja.

-Eso podría parecer, sin embargo los profetas anuncian largas cabelleras para las ranas.

- ¿Los profetas? No los conozco…

- Por supuesto que los conoces, pequeña. Caminan sobre dos patas y pregonan lo que sucederá en el futuro, aquellos que nos detenemos a escuchar somos afortunados pues contamos con ventaja en esta lucha constante que es la vida. En mi afán por ayudar a los demás transmito los mensajes proféticos a aquellos que irradian inteligencia y sabrán aprovecharlos. Como el cerdo Serafín, ya le dije: “A ti por cualquiera de los nombres que te dan -cerdo, puerco, marrano, chon, cochino, guarro- te auguran volar. ¡Cuándo los cerdos vuelen, cuándo los cerdos vuelen! Así lo anuncian, si eres listo estarás preparado. Ahora Serafín lleva en la espalda un paracaídas último modelo que le vendí con mucho gusto.

- ¿Y qué dicen de mí esos profetas?

- ¡Cuándo las ranas críen pelo, cuándo las ranas críen pelo! Ese es el vaticinio. Sé que además de bella eres una rana lista, por ello te haré un descuento en este fino peine de plata.

- ¡Me lo quedo, me lo quedo! Qué emoción, ¿no sabrás acaso si seré rubia, morena o pelirroja? ¿Pelo liso o rizado?

- Tanto no llegan a anunciar los bípedos iluminados, pero sea como sea, tu melena realzará esa cara tan linda siempre que esté bien peinada.

                Estupefacta contemplé el cierre de la venta: pago y entrega. El pez se sumergió en las aguas del estanque y en la superficie reapareció la imagen de la ranita croando, sonriendo y en esta ocasión atusándose una cabellera imaginaria con un peine de plata.

                Cuidado Leo con lo que te hacen ver que necesitas, con los profetas, con los mercaderes… y con los peces bizcos.

                Besos esquimales
Texto: Leire Brenan - Cartas para Leo
Ilustración: Juanlu - Ilustraciones para un loco

lunes, 9 de julio de 2012

Del Sapo - Leire Brenan y Juanlu


   Querido Leo:

            Sabes que no me gusta hablar de trabajo, al menos hasta que encuentre uno tan interesante del que no pueda para de contar cosas, espía doble o algo así… Pero lo que te narro hoy si bien ocurrió en mi jornada laboral, no trata estrictamente sobre ella.

            Buscaba a Wally, la araña escurridiza a la que un día quito la tela y al siguiente me ha montado una tienda de campaña, cuando oí un grito pidiendo auxilio. Dos habitaciones más allá, encontré a mi compañera asustada y señalando el cajón entreabierto de la mesilla. Había dentro un sapo enorme, marrón, feo y fatigado. Respiraba con dificultad y farfullaba algo que no conseguí entender.

- ¡Puag! ¿Qué hacemos? ¿Lo aplastamos?
- Calla, calla… Sólo faltaba que encima tuviéramos que limpiar, además de la porquería habitual, las tripas pegajosas del sapo.- le respondí.

(Ante lo desconocido la gente suele optar por machacar, triturar, chafar al contrario. Siempre y cuando sea de tamaño inferior a ellos.)

- Lo llevaré al estanque, así quedareis tranquilos los dos.- le dije mientras tomaba entre mis manos el anfibio y ella con gesto de asco desviaba la mirada.

            Ya en el exterior el sapo pareció relajarse, aunque continuaba luchando por decir algo. Lo acerqué al oído y así supe de su historia. Unos adolescentes lo habían asaltado y encerrado en aquel pequeño cajón oscuro. La luz que anunciaba libertad llegó en forma de bella doncella, princesa sin duda por su porte, aseguró el sapo. Intentó explicar a la dama que con un beso se convertiría en el príncipe que siempre soñó, azul y con escopeta para que no faltaran las perdices. Sin embargo ella no hizo más que gritar y saltar a cada sonido que salía de su buche pardo. «Menos mal -le dije- que no le hablaste como a mí de cerca o te hubiera pisoteado sin piedad a causa de tanto escupir entre palabras…».
            Yo no era su tipo y le parecí plebeya, mas habiendo recibido calabazas y sin otra alternativa, me pidió un beso. Eso sí… sin poder asegurarme el “vivieron felices” por aquello de la diferencia de clases. Bien sabes, Leo, que ya disfruto –y en ocasiones cargo- con príncipe y medio, así que lanzándolo al agua le contesté que se buscase una rana.

            No he vuelto a ver a ese bicho húmedo y mi compañera diría que ha desarrollado una fobia a las mesillas de noche. He llegado a un acuerdo con ella, yo limpio esas mesas a las que le es imposible acercarse y, a cambio, hace desaparecer las telas de araña para que no me sienta responsable de los desahucios.

            Besos esquimales.

Texto: Leire Brenan de Cartas para Leo 
Ilustración: Juanlu de Dibujando sueños