Recorriendo el pastizal que rodea la laguna, una rana encantada se interpuso en mi camino y me pidió que la besara. "Sólo el beso de un hombre gentil puede romper el hechizo", croaba. Accedí a su pedido de modo elegante, imaginando un futuro esplendoroso en algún Palacio Real, pero me equivoqué. Mientras mi cuerpo encogía, verdoso y lleno de verrugas, alcancé a ver la silueta transformada de la hermosa princesa, huyendo a la carrera, con el rostro cubierto de lágrimas, y de vergüenza.
Martín Gardella
Químicamente impuros
4 comentarios:
El engaño de la lágrima fácil.
De todo se aprende.
Que mentirosa!!!
Besos desde el aire
Martín, gracias por traer este a la charca y ya anuncio que habrá más :-)
Rosa, Enmascarado, gracias por chapotear en esta charca
Saludillos
croak, croak
Gracias Puck por dejar entrar a mis ranas en tu charca. Las otras dos también son tuyas! Un abrazo
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