Me llamo… Me llamo sapo nomás, nadie me bautizó, así que para qué me voy a hacer el interesante. Porque tener un nombre que a uno lo distinga de los otros sapos debe ser interesante, ¿no? Y ahora que digo “interesante” me viene la nostalgia de cuando la vida de un sapo cualquiera, sin nombre, era interesante. Me refiero a los tiempos en los que los sapos navegábamos en las hojas de las plantas que flotaban en las charcas, lagunas y ríos. También me refiero a las épocas en las que los sapos le dábamos serenatas a las sapas a la luz de la luna, debajo de totorales y cortaderas. Ahora no nos queda más remedio que ser un sapo de caños de desagüe, teñidos de barro podrido, de lomo sucio, hábiles en el arte de esquivar motos, autos, perros y escobas; ¡ni qué hablar de cómo hay que patinar en el pavimento para huir de los camiones! Pero si hasta la comida, que cuesta conseguir, tiene otro sabor. Me han dicho que es comida transgénica. No sé qué quiere decir, pero ya el nombre suena amargo, difícil de tragar. Mire, no me importaría ser un sapo indocumentado más, pero no ser un verdadero sapo, ¡caramba!
Clide Gremiger
2 comentarios:
¡Es MUY Clide! Y es genial...Siempre con ese mensajito oculto que lo deja a uno pensando y refelxionando. Desde mi punto de vista,creo que eso es lo mejor de los relatos, que lo deje al lector con alguna "molestia" en la cabeza.¡FANTÁSTICO,PROFE!
jajaja me gustó mucho! El lenguaje es sencillo, preciso y particularmente creo que el efecto de dejarte reflexionando está muy bien logrado.
¡Felicitaciones!
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